miércoles, 13 de noviembre de 2013

TDAH: Pierdo los papeles y acabo gritándole y castigándole

Gabinete Psicológico 'Aprende a Escucharte'

 Ana Villarrubia Mendiola.

Muchas de las conductas disruptivas que suelen desplegar los niños con altos niveles de impulsividad o de hiperactividad son inaceptables y difícilmente soportables para los padres. Es habitual que los padres se desesperen y que les pueda la impotencia cuando ven que su hijo repite una y otra vez ciertas formas de actuar que han sido ya reprobadas una y mil veces en el pasado.

No olvidarse ropa en el colegio, apuntar las cosas en la agenda y hacerlo de manera comprensible, traer a casa los libros, ponerse a hacer los deberes, acabar los deberes, no dejar las cosas tiradas por el suelo, no interrumpir al hermano, no pegar, no gritar, no hacer ruidos innecesarios, no enfadarse cuando no es su turno, etc.
Algunas de estas cosas o quizá todas ellas le son familiares al padre o a la madre del niño con TDA. ¿Cuántas veces se lo han repetido ya? Parece que no importa. Parece, en momentos de mas tensión, que el niño lo hiciera casi por provocar.
Si este es su caso, lea estas reflexiones y sugerencias pues le pueden ser de utilidad.
El niño con TDA no emite la mayoría de esas conductas de manera voluntaria sino que éstas son el reflejo de una condición neuroquímica (un desequilibrio a nivel de neurotransmisores en el sistema nervioso) que escapa a su control. Esto no significa que haya que perdonárselo todo, ni mucho menos, pero sí implica que no podemos reaccionar ante ciertas conductas que denotan su déficit de atención (con todo lo que ello implica) como lo haríamos ante otras que son producto de un proceso típico de aprendizaje.
Es muy probable que el niño no responda ante castigos como lo hace, por ejemplo, uno de sus hermano, y que requiera de una intervención más profunda (a nivel psicológico, familiar, psicopedagógico, quizá incluso alimenticio o farmacológico también) para minimizar las conductas que se han identificado como sintomáticas, tras una adecuada evaluación.
En este sentido, es importante no recriminarle aquellas cosas que aún no sabe o no puede controlar. Es frecuente que a los niños con TDA se les regañe e incluso castigue por cosas para las cuales no disponen de alternativa o que ni siquiera identifican como negativas.
Los mensajes devaluativos del tipo “ni esto que es tan obvio lo puedes hacer“, “no sabes hacer nada“, “estoy harta de que siempre repitas lo mismo“, “no te aguanto“o las comparaciones del tipo “tu hermano es más pequeño que tú y sabe hacerlo” pueden sonar muy exageradas al sacarse de contexto pero en la vida cotidiana son mucho más naturales y frecuentes de lo que creemos. Todas estas frases sirven para poco más que para ofender al niño y mermar su autoestima, recordarle que fracasa de manera reiterada y ponerle delante la realidad inalcanzable de otra persona en cuyo intento de obtención él fracasará nuevamente.
Tanto los comentarios hirientes como el desahogo a través del castigo físico responden antes a las necesidades de quien los emite que a las necesidades de quien los recibe. Mientras que el adulto no resuelve nada más que el mero desahogo instantáneo, el niño acumula más y más rabia, algo que muy probablemente genere más comportamientos inadecuados en una persona con pobre control de impulsos, bajo autocontrol y pocas estrategias de afrontamiento.
Es necesario aceptar que el TDA es una condición de la persona, algo que la acompañará probablemente durante toda su vida, pero ante cuyas consecuencias uno no tiene por qué rendirse. Con tiempo y esfuerzo es posible enseñar al niño a que identifique sus síntomas y, de manera aún más progresiva aprenderá también a controlarlos, primero a través de ayudas externas y luego lentamente integrando nuevos mecanismos de control.

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